El área de Extensión Comunitaria del Centro de Estudios Nueva Vida, trabaja desde el año 2007 alfabetizando a jóvenes y adultos.
Por nuestros centros han pasado centenares de personas, muchas han continuado con sus estudios, terminando incluso la escuela secundaria.
Nos basamos en el Programa Nacional de Alfabetización “Encuentro”, y desde entonces un grupo de voluntarios desarrolla esta tarea en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el Gran Buenos Aires, como así también en otras provincias del país.
Aún hoy, en el siglo XXI, existen muchas personas que no han completado sus estudios básicos, hicieron solamente los primeros grados hace mucho tiempo, o simplemente, nunca fueron a la escuela. Las razones son muchas y variadas; algunos tuvieron experiencias negativas, que los fueron apartando del sistema pedagógico, otros no se acercaron nunca.
Lo que sí es común en los adultos que quieren comenzar a leer y a escribir, es que los sueños aún están, y el alfabetizador es quien se encarga muchas veces de hacerlos resurgir y llevarlos a la acción. Ese primer paso para la concreción, que es acercarse a un centro de alfabetización (estableciendo contacto con otras personas que están en la misma situación, dejando atrás los miedos y las dudas, y formando un equipo con el alfabetizador), es uno de los más importantes, el hito de un largo camino.
Esto no significa que hasta ese momento “no se haya aprendido nada”, o que “uno no sabe nada”. En el centro de alfabetización se parte de todo ese saber que la persona tiene, de todas las experiencias vividas, y se pone en valor. El mundo que rodea al alfabetizando cobra un nuevo significado porque va a empezar a nombrar y a escribir sobre sus cosas, sobre sus vivencias, sobre su vida cotidiana… Ese acto de nombrar las cosas, va haciendo que todo adquiera otro peso y un mayor valor. La autoestima se ensancha, el conocimiento de sus derechos se revaloriza. Toda esa “autosuficiencia” lejos de aislarlo, va haciendo que el camino con el otro se vea distinto. Los logros de los compañeros alegran como los propios. Gestos como compartir un mate o traer una torta hecha para el encuentro, adquieren otro sabor.
Juntos, alfabetizador y alfabetizando forman un lazo estrecho. Entonces, ese momento de aprendizaje se espera con ansiedad, ya no hay vergüenza, pues se enseñan el uno al otro. Se trata de un proceso lento, pero lleno de amor. Se aprende a escuchar, a convivir con el otro, a contar lo que a uno le pasa, a preguntar cuando no se entiende, a respetar el espacio del otro hablando más despacio… Nunca nos vamos de un centro de alfabetización sin haber aprendido algo, tanto de uno como de otro lado, porque estamos en un círculo, donde todos nos alimentamos.
“Para mí lo más importante es que no dependo de nadie. Cada vez que aprendo a leer y a escribir, se abre más mi entendimiento para guiarme donde yo voy, porque ahora voy donde quiero ir. Y si no puedo leer, pregunto, ya no tengo miedo, tengo más confianza…” (Víctor, de 32 años, alfabetizando de Parque Patricios).
Un centro de alfabetización de adultos es un lugar donde además de enseñar a escribir las palabras, se da un paso en el crecimiento de las personas para hacerlos concientes de sus derechos, para ser mejores ciudadanos. Se aprende a escribir las palabras, a leerlas y también a comprender textos. El primer amor por la lectura se adquiere de la voz del alfabetizador, que va transmitiendo nuevos conceptos y anima a pensar nuevos sueños.
Tal como decía el pedagogo Paulo Freire: “El propósito de la alfabetización es crear en el individuo una constante actitud crítica frente a su realidad que le permita al educando comprender el estado