Hasta que llegó el día, después de varias audiencias del juicio oral, se dictó la sentencia. En el sillón de los acusados mis últimas palabras fueron: “Dios ya hizo justicia”.
Hace aproximadamente 15 años, por falta de trabajo en mi especialidad, empecé a trabajar como remisero con un auto de mi propiedad en la villa 20 del barrio de Lugano. Mi matrimonio, como yo, estaba colapsado. En esos días, conocí a una chica y la última vez que salimos me pidió ir a la casa de una conocida de ella. Cuando salió, me presentó a una mujer que quería viajar a Moreno, le dije que la llevaba, esto era un viaje extra. En el camino, nos para la Policía Federal quienes, al notar el nerviosismo de la pasajera, revisan todo el auto encontrando en el asiento trasero 2 kg. de marihuana que traía esta mujer. Todos terminamos presos acusados por tráfico de estupefacientes.
Me derivaron a la Unidad 1 de Caseros, los primeros días fueron muy tristes. Recuerdo que no podía entender la acusación dado que lo encontrado no era mío; pasaron los meses y las entrevistas con mi abogado, pero todo seguía igual.
Dios habló mucho a mi corazón en esos primeros meses, aceptar que iba a estar alojado por mucho más tiempo de lo que imaginaba o esperaba. A casi un año de esta situación, me regalaron un radiograbador a cassette que por las noches fue mi compañía, pero no podía dejar una estación fija, siempre sintonizaba diferentes emisoras, pero ninguna me llenaba. Pasaba del tango al folclore y diferentes tipos de programas, hasta que una noche, moviendo el dial, escucho una voz que creí conocida hablando de Jesús, era una prédica que hablaba de bendición, en un momento el pastor dijo “Yo quiero ser prosperado y bendecido por la mano de Dios”. Se escuchaba que todos los presentes decían: Amén. Ese relato me dio la revelación de que eso quería Dios para mi vida. Recuerdo la alegría que me dio comprender algo así. Pensé: hice mi voluntad hasta hoy pero ahora quiero hacer tu voluntad, Señor. Al final de la prédica, Jorge García invitaba a hacer la oración de Fe. Por primera vez la hice con todo mi corazón, me arrodillé en mi celda y, desde ese momento, empecé este camino hermoso.
La emisora era Parque Vida 105.9 y a partir de ese día el dial no se movió más, siempre encendida, vivía cada programa y quería conocer a cada hermano. Empecé a grabar las prédicas borrando mis cassettes de Cumbia, para que mis familiares pudieran escuchar los programas. Todo a mi alrededor cambió y compartía con mis compañeros del presidio los contenidos de la programación.
Una noche, me decidí a escribir al pastor Guillermo Prein, la respuesta no tardó en llegar y fue a través de Erica Maradei, porque el pastor estaba de viaje y la dejó a ella encargada de hacerlo. Esa carta ministró mi corazón cada vez que la leía. Ella me ofreció la visita de su esposo Jorge Maradei, quien entre amigos es conocido como Chuza. Lo incorporé a la lista de visitantes y fue una bendición desde el primer día. Leímos el ABC, me introdujo al Centro Cristiano Nueva Vida (CCNV) y junto con mi hermano Osvaldo , ex barra de BOCA, terminábamos cada visita orando mucho .
Mis tres hermanos empezaron a visitar la iglesia de calle Agaces, en Parque Patricios. Ellos la conocieron antes que yo y me contaban cómo era. Creo que Dios ya estaba transformando lo malo de estar preso. en bendición. Cuando mis hermanos salían de haberme visitado, lo hacían muy contentos y sonrientes, en contraposición de los demás, que lo hacían tristes y preocupados; claro mis hermanos estaban confiados porque veían los cambios realizados por Dios en mi vida.
De a poco empezamos con un Grupo de Oración (GO) en mi celda. Éramos varios de diferentes nacionalidades, yo ministraba la palabra que me dejaba Chuza y me animaba a orar por todos.
Se hizo justicia.
Hasta que llegó el día, después de varias audiencias del juicio oral, se dictó la sentencia. En el sillón de los acusados mis últimas palabras fueron: “Dios ya hizo justicia”. Agradecí a los jueces por haberme escuchado y a mi familia que siempre estuvo, mis abogados lagrimeaban, no estaban acostumbrados según ellos a escuchar lo que dije, mi confianza estaba puesta en Dios, fui absuelto porque no hubo acusación del fiscal, es decir, el también creyó en mi inocencia. Había pasado casi dos años en la Cárcel de Caseros .
Salí un viernes por la noche del penal y el Domingo fui a conocer la iglesia y a mi pastor. Sentí una emoción enorme al llegar, la iglesia estaba llena. Enseguida me presentaron a Pili Volpe, en ese entonces anciana de mujeres, quien me dijo: “Ah, vos sos Marcelo”. Lógicamente, muchos me conocían, pues habían orado por mí. El pastor me buscó y me abrazó. En ese momento pensé: “Este es mi lugar y acá me quedo.” Me bautice a los 20 días en Huracán, inolvidable lo que lloré desde que baje de las gradas hasta que Chuza y Daniel Jiménez me bautizaron. Chuza me decía es el Espíritu Santo, Marcelito, es Él.
Luego de terminar el ABC, pasé a espigas, fui creciendo y pronto me levantaron como líder. Trabajé en todo lo que podía, en el transporte, en evangelismo y liderando el Grupo de Oración de mi barrio.
México, Rusia, Belgica, Virrey del Pino
Soy Técnico Químico, siempre trabajé en producción y control de procesos, algo que me apasiona, pero claro, encontrar trabajo luego de la experiencia vivida no fue fácil. Incontables entrevistas, donde al mirar el Curriculum Vitae donde dos años no figuraban como trabajados, les explicaba que en ese período estuve preso. Me decían que luego me llamarían y no lo hacían, hasta que después de orar con mis ancianos con un listado de 70 consultoras, de una me llamaron.
Inimaginable mi alegría y la de quienes me rodeaban. Sobre todo porque, como dice el pastor Satirio Do Santos, la promesa fue mayor, no sólo era trabajar sino viajar a México 45 días, para capacitarme. Nunca había viajado en avión, era imposible para mí, pensaba yo, pero Dios fue rompiendo argumentos en mí.
En el 2005, me ascendieron 3 veces, pasé de Supervisor a Encargado en marzo; en agosto a jefe de elaboración y en diciembre a Jefe de producción. Muchísimo más de lo que esperaba y soñaba, y sonriendo decíamos: Se nos fue la mano con la oración. El Señor es así, permanentemente nos sorprende.
Con el paso del tiempo fui enviado para capacitarme a Francia y Bélgica; aproveché la ocasión y pude conocer Holanda, Inglaterra y cuando llego al Big Ben lloré, no podía creer estar ahí y le dije en oración, “Señor gracias , Señor gracias, sos tan bueno conmigo “ lo mismo me pasó cuando conocí un poquito de Paris.
Los viajes continuaron, me enviaron a Rusia, allí estuve 45 días, me encanta viajar, soñaba con conocer San Petersburgo, una ciudad a 1500 km de donde estaba alojado. Había averiguado los costos y era imposible llegar allá. A la mañana oré y le dije a Dios: “Señor, me gustaría conocer esa ciudad pero ya estoy aquí en Yugoslavia, conoceré todo lo que pueda acá. Gracias”. Al mediodía la secretaria del director me invita como cortesía de la planta visitar un fin de semana, en tren, San Petersburgo y el otro fin de semana Moscú, no lo podía creer, estadía, comida y viaje, todo pago. Siempre mucho más de lo que esperaba.
Creo que Dios recompensa todo lo que hacés. Siempre dediqué tiempo para visitar cárceles, hemos bautizado en cada lugar, como Marcos Paz, Gorina, U12 y U18 organizando eventos, hasta un Rock and Vida, sin dejar de involucrarme en todo, como en espigas y mucho tiempo en el ministerio de transporte.
Hoy estoy casado con Fernanda y fruto de ese amor nació Valentino. Vivimos en Virrey del Pino con mi ahijado Patricio. La fábrica donde trabajo, desde hace 15 años, también está en Virrey del Pino. Fueron muchos años en los que viajaba desde Capital Federal hasta que entendí que ése era el lugar donde teníamos que vivir y pronto se abrió la iglesia allí y acepté el propósito de Dios con esa tierra. Hoy, tenemos nuestros ministerios allí.