Yo había desestimado esa promesa porque la realidad me demostraba que era imposible. Si de mi dependía no iba a lograrlo, pero el Señor tenía planes diferentes.
Un 24 de enero de 1997, me preparé para ir a una reunión con la Representante Legal de la escuela donde estaba trabajando, iba a comunicarle mi deseo de renunciar al cargo como docente pero algo iba a ocurrír que lo impidió.
Almorzamos en familia y casi al hacerse la hora que debíamos salir de casa, escuchamos que alguien hizo arrancar nuestro auto que se encontraba en la vereda. Pensamos que podía ser Matías, uno de nuestros hijos, pero fue duro comprobar que se encontraba durmiendo la siesta, por lo tanto, la conclusión fue: “Nos robaron el auto”.
Esto hizo que ya no fuera a renunciar, sino que entendimos que Dios estaba hablando. El sábado por la mañana, muy temprano salimos a buscar nuestro auto, pero ni bien hicimos algunas cuadras, nos preguntamos: Hacia dónde vamos? Hacia qué dirección se habrán dirigido los ladrones? Inmediatamente regresamos a casa, me fui a orar y a preguntarle a Dios qué hacer. Me lleva a leer Daniel 10. Cuando llego al versículo 13: “Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días, pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme y quedé allí con los reyes de Persia.” Entiendo que ésta es la Palabra que Dios me da, sigo leyendo todo el capítulo, tomo esa palabra, oro y me quedo tranquila. La comparto con mi familia y seguimos nuestra vida normalmente.
El 13 de febrero le pregunto a mi hijo Nicolás si al día siguiente me llevaba a un colegio, para entregarle a una directora, que había conocido en una reunión, mi curriculum vitae, para solicitar un cargo como maestra. Yo estaba empecinada en dejar la escuela donde estaba trabajando, tanto el día 24 de enero, como en esta oportunidad no había orado, sino que fue algo que yo decidí hacer sin pedir la guía del Señor. Al otro día fuimos con Nicolás, Mariela, su novia y yo, a entregar ese CV Este día Dios también tenía una sorpresa, porque yo me había olvidado de la palabra y ese día, se cumplían los 21, de Daniel 10:13.
Unas pocas cuadras antes de llegar a la escuela, voy mirando hacia adelante y en el estacionamiento de un supermercado muy importante veo nuestro auto (el robado). Por supuesto, no llegué a donde iba, entramos al lugar, unimos los autos con una cuarta para poder remolcarlo y mi hijo desesperado me pregunta qué estoy por hacer, le contesto que me voy a llevar el auto. Muchísima oposición de su parte, porque no teníamos los papeles, había muchos policías por todos lados y el temor a ser detenidos. Les dije a los dos, mi hijo y su novia que se quedaran tranquilos que yo oraba para que Dios nos haga invisibles a los ojos de los policías, porque no estaba robando el auto, lo encontré, es mío y me lo llevaba muy contenta. Siempre me pregunté:”Los ladrones habrán estado comprando en el supermercado? Qué hubiera pasado si en ese momento salían con las compras?”
Por supuesto llegamos a casa sin problemas, y yo seguí trabajando en la escuela donde estaba, por cuatro años más. Ése era el plan perfecto de Dios, no el mío.
Cuando comienza el año 2002, en el mes de enero vamos por primera vez a una reunión del Centro Cristiano Nueva Vida, en calle Corrientes, en ese momento el ex Tabaris. Roxana Nápoli dió la Palabra y luego pasamos a la línea de oración. No recuerdo por que otros motivos oró la joven que lo hizo, pero sí lo que me dijo: -“Dios te da la dirección de la escuela.” Fui sorprendida por el Señor y por otro lado, yo le decía a mi familia, que para que yo sea la Directora de la escuela tienen que pasar tantas cosas, que era imposible por lo que desestimé esta palabra.
Siguen pasando los meses y yo, si bien no entendía cómo sería, miraba qué pasaba alrededor del lugar de trabajo, pero no veía nada, de nada. En julio de ese mismo año, me llama la Representante Legal y me ofrece ir a otra escuela, como Directora. La sorpresa fue inmensa, dado que Dios lo tenía todo resuelto. Desde el año 1997 cuando quise dejar de trabajar en esa escuela, el Señor me guardó para que yo obtenga el cargo de Directora, de otra manera nunca hubiera llegado a ocupar ese puesto. Su mano estuvo dirigiendo todas las cosas, siempre.
Por María Teresa Girabet de Kramer